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Especial de los no tan enamorados - Spamano

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MagdaTheHuman's avatar
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Literature Text

Nota: tómese con humor.
E
sto ha sido escrito con puras intenciones de comedia, a un nivel que parece patético.
Por cierto, es yaoi (en realidad, no llega ni a shonen ai, pero hel hamor es hamour, rasista), así que, aparte de que ci no t guzta, no lehas, no tiene ni trama ni lógica.

Advertencia: recuerda que esto es ficción. Si después de leer esto esperás encontrar un Antonio, similares, algún otro personaje de anime/manga o aunque sea algo menor a 30 años en la playa, no te sorprendas si no ocurre.
La empresa no se hace responsable de futuras decepciones.



Sol, arena y playa, esas son las tres de las cuatro cosas infaltables que hacen unas buenas vacaciones de verano.
Y para estos dos hermanos, Lovino y Feliciano, estas vacaciones se veían muy prometedoras. Iban a pasar un mes entero en la casa de playa de su abuelo.
El día anterior apenas si pudieron dormir de la emoción (en realidad, sólo Feliciano. Lovino puede dormir cuando sea, cuando quiera). Luego de varias (y arduas) horas de viaje, prácticamente saltaron hacia su abuelo, (otra vez, sólo Feliciano. Lovino bajó como una persona normal).
-Veeee, nonno, nonno~ Estamos aquí, nonno. -dijo el menor, abrazando al mencionado.
-Ah, mi Feli. Mi querido y dulce Feli~ ¡Y mi Lovi! Mis nietos adorables~
-No me toq-
-¡Lovi! Mírate, ya estás tan grande... ¡Y Feli, estás tan alto! -el abuelo empezó con sus cosas de abuelo, tomándolos de las mejillas.
Bajaron sus bolsos y acomodaron un par de cosas antes de ir a almorzar, lo cuál hicieron junto con Marcelo, su medio hermano, que en realidad solo era medio hermano de uno, porque eran medio hermanos entre sí, pero aún así contaba como familiar, y ohana significa famiglia, famiglia es familia y a la familia no se le abandona. 
Una vez terminaron de comer, Feliciano decidió ir a la playa.
-Fratello~ Vamos a la playa. Para eso vinimos. -dijo, arrastrando al mayor hacia su habitación.
-Pero no q... -Feliciano se volteó hacia él, los ojos bien abiertos. -Está bien, no hace falta que te pongas así. Al menos déjame caminar por mi cuenta.
-Nop~ No confío en tí. En cuando me distraiga, te quedas dormido.
-Me halagas. -respondió lleno de sarcasmo, gesticulando con la mano que tenía libre.
A los cinco minutos, Feliciano ya estaba listo. Casi. 
-Bueno, espera que ahora busco algo en donde sentarnos.
-No fratello, vamos así como estamos.
-¿Y donde nos sentamos?
-En la arena.
-No me digas. -respondió el de los ojos verdes amarronado. -¿Y si no tengo ganas de llenarme de arena?
-Vamos fratello, no seas así. Mira la vida con ojos más positivos.
-... -el mayor tomó unos anteojos de sol y se los puso. -Listo.
-Veee, nunca te entenderé. ¡Ahora vamos! -empezó a arrastrarlo devuelta por las escaleras hasta llegar a la puerta. Parecía un perro de departamento que al fin lograría salir a pasear aunque sea unos 30 minutos. Lovino soltó un suspiro. Al menos era arrastrado con estilo.
-¿A dónde van?- preguntó su abuelo desde la sala.
-¡A la playa!- respondió el de pelo castaño claro. 
-¿Y no se llevan nada más?
-Te lo dije. -se burló Lovino, estirando la mano para tomar algo en donde poder sentarse, ya que Feliciano no le soltaba el brazo.
-Yo voy en un rato. -les informó Rómulo. -La vecina trajo a su hija y quiero presentarme... No me miren así. Ella es más vieja que yo. La vieja. Su hija parece de 30, es legal... Bueno, de 28... Váyanse ya.
-Oki~
Y así ambos hermanos salieron, listos para la playa. Otro de los motivos por los cuales ese verano se veía prometedor era porque la casa estaba a unos pasos de la playa, por lo que llegaron casi de inmediato.
Al fin, Lovino logró librarse del brazo de su hermano y empezó a buscar un lugar. Cuando encontró lo que buscaba (rodeado de mujeres), dejó la silla junto con los anteojos de sol y se volvió (lentamente) hacia su hermano, el cuál lo miraba impaciente.
-Te dije que no hacía falta traer nada. Tardaste mucho. -se quejó el menor, volviendo a arrastrar a su hermano, esta vez hacia el mar.
Se metieron hasta por la cintura y empezaron a tirarse agua como las colegialas de los animes.

Luego de casi una hora, decidieron salir del agua. Lovino fue hacia donde había dejado sus cosas, armó la silla, se colocó los anteojos de sol y se sentó.
Feliciano se sentó al lado suyo, como un cachorrito, en la arena.
El mayor bajó la vista hacia su hermano y sonrió.
A un lado de ellos estaba la típica madre obsesionada con la apariencia, con los típicos tres hijos que solo querían cosas normales, pero no.
Del otro lado estaba la típica madre soltera con un hijo que viene con la hermana y cuatro niños más.
Eran muy ruidosas.
Y ninguna tenía menos de 30.
Su sonrisa desapareció.

Luego de estar sentados por unos... em... ¿cuarenta minutos?, Feliciano dijo algo. Algo sumamente importante y relevante. Algo indispensable. Algo que no puede faltar en la playa. Ese algo necesario, el cuál es la cuarta cosa necesaria para una vacaciones perfectas.
-Fratello, quiero churros.
Lovino bajó la vista hacia él.
-Fratello, compremos churros.
-No traje dinero.
-Pero fratello~ tengo hambre. -se acercó hacia el mayor y le empezó a picar el brazo. -Vamos, quiero churros. Los necesito.
-Es tu culpa por no haberme dejado traer más cosas.
-Pero fratello, quiero churros.
-No.
-Fratellone~
-Pareces embarazada.
-Fratello, fratellino, fratellone~
-¡Que no!
-Vamos~ No seas malo~ Yo sé que te gustan los churros, así que compremos~
-¿Y por qué tengo que ser yo el que los compre?
-Por que sí. Vamos fratello~
-¿Sabes qué? Si puedes encontrar una forma de conseguir churros gratis, sin que nos atrape la policía, la intentamos.
-...
Feliciano volvió a su posición inicial, pensando. Se recostó sobre la arena, mirando hacia el cielo.
"Logré que se callara" pensó Lovino, triunfante, mas sus pensamientos se vieron frustrados casi de inmediato.
-¡Ya sé! -se levantó. -Hagamos como el abuelo~
-... ¿Qué?
-Cuando era pequeño, el abuelo me llevaba a tomar helados y me enseñó que si le dices suficientes cosas lindas a la vendedora, te lo dan gratis.
-... Hay muchas cosas que están mal ahí. Primero: nunca me llevó a mí solo para tomar helado... Y los vendedores siempre son hombres, pero... Él nunca me llevó a tomar un helado. -subió sus piernas y las abrazó, acercándolas a su pecho, amenazando con quedarse en un rincón emo por el resto del día.
-No te pongas así fratello~ Y podemos hacer eso.
-E-está bien... -suspiró el napolitano. 
-¡Bien, hagámoslo! -miró hacia ambos lados. -Oh, ahí viene uno.
Lovino giró hacia donde su hermano señalaba.
-Pero... Es demasiado viejo. Y peludo... No, otro.
-Ve~, es verdad. 
-Obvio, yo siempre tengo razón.
La madre soltera y su hermana compraron churros; la otra madre empezó con sus comentarios sobre que los churros engordan, tienen grasas, que los niveles de azúcar esto, que las caderas aquello, bla bla.
-Está bien, imaginemos que llega otro churrero que no parezca un pedófilo, ¿qué le dirías? -preguntó, suspirando.
-No sé, creo que cosas lindas. ¿Hay mujeres que vendan churros? Eso sí que estaría mejor~
-Lo dudo tanto como que éste plan funcione.
-Ve~ fratello, no seas así, hay que arriesgarse un poco en la vida. Además, si fallamos, nos quedará como una experiencia.
-Sí, la de "mi hermano es un cabeza-hueca que quiere comer pero está demasiado apurado para darse cuenta de las cosas obvias... por idiota".
-Bueno, no creo que sea así. Estaba pensando que podría empezar con...
"Este idiota, creyendo que con solo un par de piropos puede conseguir comida gratis" pensaba Lovino, escuchando las ideas de su hermano.

-Ey, Feliciano, ¿hay algún churrero cerca? -preguntó, demasiado aburrido como para hacerlo él mismo.
-Ve... ¿Eh? ¿¡Ve?! Fratello, mira esto. -Lovino no se movió. -Guau, no puedo creerlo...
-¿Qué? ¿Qué no puedes creer? -decidió levantarse de su tan preciado lugar para ver que era.
-¡Ese perro se metió al agua y está saltando las olas! ¡Es muy tierno~! ¡Y tiene la cola peluda!-Feliciano señaló al adorable animal. -Ah, y por allá viene un churrero, creo, pero... ¡Awww, míralo saltar!
Lovino miró el perro por unos segundos para luego dirigir su vista hacia donde veía que se acercaba lo que se suponía era un churrero. No podía ver mucho, pero pudo notar una bicicleta roja y que era castaño... No, espera, era moreno.
Se volvió hacía su hermano, el cual reía inocentemente mirando hacia el perro, quien se había cansado y vuelto hacía donde estaba su dueño. Empezó a sentirse culpable. ¿Y si el siguiente era un pervertido? ¿Y si lo engañaba para llevarlo a otra parte? Sería su culpa. Sí, la suya, no la de su hermano. En sí no tenía mucho sentido, pero, era el hermano mayor y tenía que portarse como tal.
Digo, no es que en si se sintiera responsable como hermano mayor o nada así. Solo que...
-¿Fratello? ¿Estás bien?
-¿Eh? Sí...
-Allí viene el churrero, así que vamos a intentar, ¿ok?
-No... Iré yo.
-Che?
-Si te pasa algo... Me echarán la culpa. Así que... yo... intentaré.
-Awww, fratello se preocupa por mí~ 
-Que no... Y deja de abrazarme, que estás mojado.
Esperaron pacientemente hasta que llegara el tan esperado hombre. Cuando una de las señoras de la derecha se dio vuelta y miró con pena la bolsa que había comprado, Feliciano le dio unas palmadas en el brazo para alentarlo.
Suspiró y se acercó hacia donde vendría el vendedor. Se sentía patético. ¿De verdad lo haría?. No lo podía creer, pero ahí estaba. Cuando el vendedor se le acercó (en realidad, él continuaba derecho, porque así había estado así  todo el día), Lovino enmudeció. Definitivamente era joven. Sus ojos eran verde esmeralda, profundos pero brillantes, su piel estaba perfectamente tostada (por obvias razones) y la remera le quedaba ajustada, posiblemente porque entrenaba, pero eso era OTRA HISTORIA. 
No pudo evitar sonrojarse. Tragó saliva y se le acercó. Le pidió media docena y decidió empezar a hablarle. No sabía muy bien qué decirle (nunca había coqueteado con un hombre... Y menos con un churrero), así que empezó con un típico "Hace calor hoy", pero lo dijo tan tímido y sonrojado que al mayor le pareció adorable.
Por el otro lado, Antonio (una de las primeras cosas que Lovino descubrió fue su nombre), le respondía encantado. No solamente porque en general era alegre, sino porque ese chico (en realidad no estaba muy seguro de su edad, jamás se la preguntó y viceversa, pero parecía mayor de 20) se sonrojaba de vez en cuando y ¡era muy tierno~!
Lovino sabía perfectamente que si el plan no funcionaba siempre quedaba la opción de tirarse al mar. Aún así, sorprendentemente logró caerle bien al churrero. Era fácil hablarle, ya que le agrega dos o tres cosas y luego cambia de tema. Cuando justamente se le acabaron los temas cotidianos para hablar, decidió seguir las ideas de Feliciano (n-no es como si fueran buenas o nada así, pero si tenía la opción de no coquetearle y salir con su orgullo, mas bien hombría, intacta, mejor).
Soltó un suspiro casi imperceptible, se acomodó sobre su bicicleta poniendo cara de "dibújame como una de tus mujeres francesas" (en realidad española, porque Antonio era español/ibérico/eso) y le preguntó con la voz más suave que pudo hacer:
-Ahora que lo pienso, ¿no eres muy joven para estar trabajando de churrero?
Antonio le siguió el juego y se puso de forma similar.
-Tal vez. ¿Acaso vamos a hablar así ahora? 
Antes de que pudiera responderle, la bicicleta se cayó, haciendo que ambos se resbalaran y casi se caigan al suelo. Por suerte Antonio la atrapó. Tomó la bolsa de churros y se la dio.
-Ten, tus churros. Por suerte son los últimos~ No sabes lo caluroso que está hoy. Siempre que me mandan a mí, termino antes de las cinco. Parece que la gente adora comprarme churros.
-No los culpo... Espera, ¿dije eso en voz alta? -Antonio solamente dio una risita pequeña. Lovino bajó la vista hacia la bolsa que tenía ahora en sus manos. Le hizo señas a Feliciano, el cual estaba apretando los puños para evitar reírse. Mientras le entregaba la tan preciada y azucarada bolsa, se puso a pensar en alguna forma de deshacerse del moreno. 
-¿Es tu hermano? -le preguntó el siempre sonriente español.
-Sí. P-pero ignóralo, es un bebé. 
Otra risita.
El español volvió a acomodarse en la posición de antes, apoyando la cabeza sobre sus manos. Lovino dudó unos instantes antes de hacer lo mismo.
-¿Y? -le preguntó, una sonrisa ladina recorriéndole los labios al mismo tiempo que movía las cejas.
-¿Y qué? -preguntó Lovino, ahora más nervioso. -¿E-el dinero?
-No eso específicamente. Hay algo que quería preguntar. -esperó a que el italiano asintiera para continuar. -¿Acaso te pones así con todas las personas que intentan venderte algo?
-¿Eh? -preguntó, confundido, antes de darse cuenta de que parecían pareja.
-Ah, ya veo~ -dijo, contento, dejándolo con más dudas. -¿Cómo te llamas?
-... -lo dudó unos instantes antes de responderle. -L-Lovino.
-¿Lovino?
-Bueno, si tanta gracia te causa puedes llamarme Romano...
-No~ Lovino es perfecto. -se paró correctamente. -Bueno, Lovi, lamento romperte la ilusión pero me tengo que ir. Nos vemos mañana~
El castaño se puso de pie abruptamente. ¿Le acaba de decir "Lovi"? Una cosa tenía clara: Funcionó. Y ahora tomaba su bicicleta roja y se alejaba lentamente. ¿¡Le acaba de guiñar un ojo antes de marcharse?!
Contempló cómo daba la vuelta y se iba por donde ellos entraron. Cuando desapareció de su vista, volvió a la realidad. Feliciano lo esperaba sentado. Y la madre estética hacía comentarios hacia la nada en plan "lo que acaba de ver puede destruir a la familia decente" y todos esos comentarios que si pones en Tumblr te llegan miles de notas de odio.
Se dejó caer sobre la silla. Su hermano le dio la bolsa.
-¡Funcionó fratello!
Ahí se dio cuenta de lo ocurrido: el plan funcionó, consiguió churros gratis y nunca (nunca, nunca, nunca jamás de los jamases) lo volvería a ver. O escuchar sobre él. Bien. Bajó la vista hacia su co-sanguíneo y empezaron a reírse.
Se rieron tan fuerte que los que estaban cerca se voltearon a mirarlos; tan fuerte que una vez terminaron le dolía el estómago y su respiración estaba entrecortada.
Tomó su churro triunfantemente y empezó a comerlo lleno de orgullo.

-¡Chicos! -una voz familiar los llamó. Ambos voltearon para encontrarse con su abuelo, el cual bajaba hacia la playa hecho un desastre. -Ya estoy aquí.
-¿Cómo te fue, nonno? -preguntó Feliciano, acomodándose en una parte con arena que decidió sería su asiento. 
-No muy bien. Ya está casada... ¡Pero esa es otra historia! ¿Y? ¿Les gustan sus vacaciones? -empezó a armar su silla. 
Feliciano los miraba desde su "asiento". Se sentía pequeño, como cuando era más joven y le hacían bulling.
-¡Uh! Me olvidé de traer algo para comer. ¿Pasó algún churrero? -Lovino abrió los ojos grandemente; Feliciano ahogó una carcajada. -Oh, veo que no. No se preocupen, el abuelo les consigue algo. -se paró y se acercó a la orilla del mar para ver si venía alguien. -Oh Dio mio, una mujer vendiendo churros...
Los hermanos observaban la escena desde sus lugares. 
-F-Feliciano... -el otro se volteó hacia él. -¿Acaso yo me veía así? -señaló a su abuelo y la vendedora, quien no perdió un segundo en pedirle que pague, a diferencia de cierto español. Lovino no pudo evitar acordarse de él.
-No -le respondió. -, lo tuyo era más decente.



A la siguiente mañana habían decidido ir a desayunar a la playa. Desde la ventana se podía escuchar a los vendedores de churros gritando lo que vendían. Lovino dio un suspiro. Se había convencido a si mismo que no pasaría, no lo volvería a encontrar, porque así es como las cosas funcionan.
-¿Lovi, estás bien? -le preguntó su abuelo. -Te ves nervioso.
-¿Eh? No, no, estoy bien. -tomó una silla y abrió la puerta. -Me les adelanto.
-Esta bien~
Feliciano soltó una risita cuando su hermano cerró la puerta. 
-¿Me perdí de algo?
-Oh, es que ayer teníamos hambre y fratello coqueteó con un churrero para conseguir algunos churros. Fue muy gracioso. Nos reímos tanto que después nos dolió el estómago. 
-¿En serio? -preguntó Rómulo, sentándose para no caerse de la risa.
-Fue muy gracioso~
Ambos italianos continuaron riéndose hasta que la puerta se abrió fuertemente. Lovino entró completamente sonrojado, cerrando la puerta tras él.
-¿Lovi, qué pasó?
-E-e-está... Estaba ahí afuera. Me saludó... Ahora sabe donde queda la casa... Me preguntó si estaba libre hoy a la tarde... Me dijo que parecía un tomate... -se sentó contra la madera. Apenas si podía hablar con coherencia. No esperaba verlo ahí. Y mucho menos que le preguntara para salir.

Antonio trató de memorizar donde parecía vivir el adorable italiano. No quedaba muy lejos de la panadería, bien. Lo anotó en su celular y continuó con su viaje. 
Ese Lovino era tan tierno~
A lo mejor si todo iba bien ese día a la tarde podría conseguir otra cita...
Un momento. Era mayor de edad, ¿verdad?
...
Supuso que sí y continuó caminando.


-Calma, respira y dilo claramente.
-Salí afuera, me lo encontré, me saludó, yo me quedé quieto por la sorpresa y él me empezó a hablar. Luego me preguntó si estaba libre esta tarde y yo solo pude asentir.
-No te preocupes fratello, estoy seguro que... ¿Por qué aceptaste?
-... -bajó la mirada, sonrojándose. -¿Sabes donde queda el parque?
-Fratello...

Rómulo se puso de pie y empezó a dar vueltas alrededor de sala.
-¿Y ahora cómo se lo explico a su padre?
Pobre Abuelo Roma, ¿como le dirá a su hijo que su hijo está viendo a un churrero?

AAAAAAAAHHHHHHJJJJJJ lo terminé. Y justo para el 12, cumpleaños de nuestro español favorito <s>¿Rubius?</s>... Nuestro segundo español favorito.
Bueeeeeeeennooooooo, sobre la historia, trama, todo:
Esta es la razón por la que no tienen que dejar que el agua salada me llegue a la cabeza :3

Escrito basado en una experiencia que tuve en la playa (salía del agua, quería churros, pensé en formas de conseguir churros, se me ocurrió esta idea, luego de la nada se volvió spamano y empecé a reírme tanto que me dolía la panza).
Esto forma parte de mi especial para el 14 de febrero, el "especial de los (no tan) enamorados", dedicado a todas las personas que estén solas y tengan acceso a internet.

Si quieren comentar, comenten en forma caguai y zukulemtah( ͡° ͜ʖ ͡°)  (yo sé que les gustó)

Las posibilidades de que me pertenezcan los personajes es como la que te pase algo así.
Besos~
© 2015 - 2024 MagdaTheHuman
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